El duelo: vivir con la pérdida

El duelo agudo por una pérdida terminará, pero una parte permanecerá inconsolable para siempre porque es una forma de perpetuar un amor al que no deseamos renunciar; es el costo que hay que pagar por seguir amando, aunque terminamos por aceptar la ausencia, sostuvo la académica de la Facultad de Psicología y Educación (FPE) de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), Angélica María Aguado Hernández, con motivo del Día de Muertos.

La experta en tanatología señaló que todos los duelos —una reacción psicológica natural ante una pérdida— son válidos en cualquier situación, de manera independiente a si se deben a la muerte de seres queridos, mascotas, la separación de un empleo, el fin de una ilusión, por migración (ya que también las personas migrantes sienten nostalgia de hogar y viven situaciones de luto) o cuando en la niñez se pierde un juguete favorito y esa tristeza tiende a minimizarse.

Si bien consideró difícil establecer límites sobre cuánto dura este proceso, explicó que el duelo agudo puede persistir de unas semanas a tres meses, pero si pasó ese lapso desde un rompimiento o una defunción y duele igual que el primer día, es momento de conversar con los seres más cercanos, con una red de apoyo y si ya transcurrió medio año sin que el dolor ceda, es hora de buscar ayuda profesional con urgencia.

La Mtra. Aguado Hernández precisó que en esa etapa todas las sensaciones físicas, psicológicas y emocionales se parecen mucho al instante en el que se vive la pérdida y la persona llega a enfrentar cansancio, peso en los hombros y hasta dolor en el corazón, a pesar de que las emociones se generan en el cerebro, pero la gente lo siente a raíz de una respuesta psicológica y ninguna experiencia debe minimizarse.

Responsable de la práctica clínica de la Facultad en hospitales, a través del voluntariado del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), detalló que la aflicción es distinta si muere una persona enferma o de edad avanzada, o una persona muy joven, en muertes repentinas o violentas por accidente, homicidio, suicidio o desaparición. En cualquier caso, tiene que ver con admitir la ausencia y, pese a que la melancolía no va a terminar, se aprenderá a vivir con ella.

Añadió que los rituales de colocar ofrendas y altares de muertos ayudan a transitar esta vivencia, debido a que necesitamos sentir una conexión con las personas y seres que hemos amado. En el tema de la niñez, recomendó hablarles con la verdad, sin metáforas y según la edad, para evitar engaños. Además, dialogar respecto a la muerte, incluso si se trata de suicidios, les brinda medios de protección para conservar su salud y su integridad, ya que tendrán recursos que les ayuden.

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